Por Jorge Raventos
Los desatinos del gobierno, sumados a las réplicas en espejo de la principal oposición, están banalizando el proceso electoral de las primarias, que podía ser una oportunidad para debatir con seriedad los delicados problemas que afronta el país. Entre otros, la gobernabilidad en las condiciones de un eclipse de la autoridad presidencial.
El Presidente, antes de que se disipara el ruido creado por la filtración de imágenes de la fiesta de cumpleaños de su mujer en tiempos de cuarentena estricta, batió su propia marca al elogiar como modelo pedagógico a una docente bonaerense que, cual émula en polleras del recordado Señor Cateura creado por Landrú seis décadas atrás, imparte rudamente kirchnerismo (teoría y práctica) a un educando adolescente de poca fé. El patético desbarre presidencial se convierte, por la física de la polarización, en tema central del complejo político-mediático opositor, y así la discusión política deserta de las cuestiones centrales y enfila hacia la intrascendencia.
Mientras las consultoras de opinión pública apelan a todos sus instrumentos analíticos para adivinar los resultados de las elecciones primarias del 12 de septiembre y las generales del 14 de noviembre, la ciudadanía no se muestra mayormente conmovida por las campañas. La pandemia y el hastío han transformado los actos partidarios en una inmóvil coreografía minimalista, donde los candidatos o sus valedores actúan para los medios ante una disciplinada claque de conocidos o funcionarios. Las piezas publicitarias tampoco brillan por su magnetismo. En todo caso, se destacan algunas figuras singulares, como Javier Milei, que con una mezcla de extravagancia y agresividad desafía en sus apariciones a la política tradicional en el mismo proceso en el que, paradójicamente, pugna por incorporarse al elenco.
Por debajo de ese espectáculo están los rasgos desgastados de las coaliciones dominantes, que parecen impulsadas a alimentar la grieta, porque ese mecanismo sostiene al mismo tiempo, por acción y reacción, a la figura polar de cada una. La coalición oficialista resucita la figura de Mauricio Macri para poder, evocando su presidencia, crucificar a la oposición en su conjunto; y esta no necesita inflar a la señora de Kirchner, porque ésta mantiene en el oficialismo una centralidad cada vez más imprescindible, dado que la autoridad de Alberto Fernández se viene evaporando, y ese dominio es, a la vez, un lastre a los ojos de la mayoría del electorado
No va más
Con una situación social signada por una pobreza que incluye a la mitad de la población (y a seis de cada diez jóvenes), un índice de pobreza que no ha hecho más que crecer durante las últimas décadas y una clase media que se va extinguiendo, es razonable que se extienda en el país un fuerte desapego por un sistema político desgastado que, pese al fracaso, repite sus rutinas. En algunos segmentos, ese sentimiento alcanza el alto grado de antipolítica.
Hay, sin embargo, reacciones auspiciosas, que procuran preparar un recambio y una superación. Ese reflejo empieza a distinguirse fuera de las coaliciones políticas, pero también en el seno de estas. El último miércoles Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, se pronunció contra la grieta al hablar para el Council of Americas. Propuso “sentarse alrededor de una mesa” para acordar “un plan de cuatro pilares para un desarrollo sostenido de 30 años”.
Mirar más allá
En el peronismo también se oyen voces y se observan actitudes acuerdistas. Por citar algunas, vale mencionar un reciente encuentro entre el senador del Pro por Entre Ríos, Alfredo De Angeli, y el dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y connotado miembro del Frente de Todos, Juan Grabois. Originado por un proyecto de De Angeli de colonización de tierras fiscales para impulsar la agricultura familiar, el encuentro avanzó en un horizonte más amplio. “Con Grabois compartimos preocupaciones -informó De Angeli- y sabemos que en Argentina hay desigualdad y hambre. En un país tan rico como el nuestro eso es inadmisible. Por eso, tenemos que trabajar todos juntos en dar mayores posibilidades y herramientas”.
En esa misma frecuencia de onda hay que inscribir los encuentros entre el reconocido empresario agroindustrial Gustavo Grobocopatel, el dirigente del Movimiento Evita Fernando Chino Navarro, que es secretario de Relaciones Políticas de la Presidencia, y Enrique Palmeyro, director de Scholas Ocurrentes, una entidad impulsada por el Papa Francisco. De un amplio debate y trabajo conjunto de ellos surgió un documento que titularon Una Argentina armónica en el que consideran que es “posible una cultura del encuentro”. Esa tarea -señalan- “requiere recorrer senderos poco o mal transitados: acuerdos políticos profundos, flexibilidad, audacia y prudencia, dejar de lado los prejuicios y reconstruir un Nosotros”. El texto que elaboraron es un verdadero programa de trabajo para el desarrollo de la agricultura familiar y la agroindustria. “Con el crecimiento de la agricultura, su transformación en productos industriales y las economías regionales. El PBI podría incrementarse un 100% en 10 años generando masiva creación de trabajo en el ecosistema con una regulación inteligente”.
Los antecedentes
En situaciones estancadas o ante crisis significativas, surgen de la sociedad reacciones superadoras: a veces la iniciativa es de la sociedad civil, otras, de las propias fuerzas políticas. En noviembre de 1970, por caso, mientras se agotaba con un tercer presidente de facto la llamada “Revolución Argentina” y se empezaba a viralizar la violencia terrorista, un grupo de partidos principales firmó el documento La Hora del Pueblo, que dió inicio a un movimiento destinado a reclamar elecciones libres. “El tiempo de la discusión inútil ha pasado -decía el texto-; las fuerzas políticas son la representación natural de las masas y del ciudadano común, que se expresan a través de ellas. (…)
Predicamos con el ejemplo al dar este paso al frente, en armonía y coincidencia, desde corrientes políticas opuestas …hoy está en la conciencia de la ciudadanía que sólo el pueblo en conjunto, sin exclusión de sectores o clases, puede y debe ser el artífice de las soluciones que queremos todos o por lo menos las grandes mayorías”. Lo suscribían el Partido Justicialista, la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), el Partido Socialista Argentino, el Conservador Popular y el Bloquismo. Era la primera vez que el radicalismo y el peronismo actuaban políticamente juntos y esa convergencia contribuyó a que la larga etapa de régimen político proscriptivo -18 años- llegara a su fin.
En plena etapa democrática, Carlos Menem y Raúl Alfonsín abordaron en el llamado Pacto de Olivos las bases para llevar adelante un programa que ambos compartían: la reforma de la Constitución Nacional. Fue un acuerdo en la cúspide y su objetivo se cumplió plenamente: la Constitución fue reformada con un amplísimo consenso de todas las fuerzas representadas: un acuerdo inédito.
Tras la crisis política suscitada por el derrumbe del gobierno de la Alianza presidido por Fernando de la Rúa, la que tomó la iniciativa fue la Iglesia, que promovió la experiencia de la Mesa del Diálogo Argentino. Allí se acordaron bases que permitieron transitar años difíciles y le dieron instrumentos y base a Eduardo Duhalde para concluir una transición cuyo beneficiario fue su sucesor, Néstor Kirchner.
En estos días, cuando, agravada por la pandemia, se patentiza dramáticamente la crisis de la situación política y económica, empiezan a desplegarse ideas e iniciativas tendientes a proponer o facilitar un cambio de fórmula política y económica para afrontar las asignaturas que se están posponiendo en medio del suceso electoral.
Coalición popular exportadora
El afilado economista e historiador Pablo Geerchunoff ha encontrado mucho eco con su idea de una “coalición popular exportadora”. Para Gerchunoff, la Argentina experimentó una explosión productiva basada en los agroalimentos entre 1880 y 1920 , y otra, basada en la industrialización protegida, entre 1938 y 1950. Con salarios reales altos, pleno empleo y gran demanda interna. Pero desde mediados de los años 70 del siglo pasado ese modelo de industrialización protegida no funciona, entra en crisis periódicas, incrementa sistemáticamente la pobreza y liquida la moneda nacional. Hoy, cuando las condiciones globales son óptimas para las producciones en las que el país ha conquistado liderazgo tecnológico y alta competitividad, en primer lugar el complejo agroindustrial, se trata de dotar de sustento político y respaldo popular a esa capacidad y aprovechar las condiciones de financiamiento que, a los países que realizan sus reformas ofrece el mundo. Se trata de forjar una coalición capaz de garantizar “una autodisciplina popular llevada adelante por un liderazgo político que sepa que se puede ir a los mercados de capitales, pero no de la manera en que fuimos a lo largo de la historia reciente desde la plata dulce de 1978 hasta hoy”.
Una Gran Coalición
Desde Salta, donde está afincado, el ex ministro de Trabajo Armando Caro Figueroa, sugiere también la necesidad de algo nuevo, “una nueva coalición alternativa”, porque -razona- Argentina está “fracturada en dos grandes coaliciones que sostienen ideas opuestas (…) que excluyen cualquier hipótesis de consenso y (…) tan enconado enfrentamiento descarta toda posibilidad de diluir o superar lo que se conoce con el nombre de empate estratégico. Si ambos bloques mantienen los discursos de las últimas décadas, la Argentina no podrá regenerar sus instituciones ni superar este largo ciclo de estancamiento con severa inflación. Así, las desigualdades (económicas, territoriales, culturales y sociales) se profundizarán y nuestros alineamientos internacionales permanecerán erráticos y anacrónicos”. Caro propone una nueva Gran Coalición y advierte: “No se trata, a mi entender, de articular una nueva Gran Coalición caracterizada esta vez por su anti kirchnerismo, sino de construir un sujeto político en condiciones de gobernar con estricto apego a la Constitución Nacional, atendiendo a su doble dimensión de libertad e igualdad”.
Ingeniería de la coalición
En Buenos Aires, entretanto, se presentó esta semana otra iniciativa, que pretende ir más allá de la sugerencia de una idea para encarar un rol operativo. Provino de un grupo de intelectuales de distintos orígenes y respaldados por el Club Político Argentino y por el Centro de Investigaciones Políticas, que preside el sociólogo y politólogo Marcos Novaro, autor de numerosos libros que incluyen uno de diálogos con Héctor Magnetto.
En la presentación de la iniciativa -bautizada iniciativa para la Cooperación Interpartidaria- estuvieron presentes el propio Novaro, Vicente Palermo, Graciela Fernández Meijide, la periodista Norma Morandini y el ex ministro de Economía (presidencia Duhalde) Jorge Remes Lenicov.
Que se formará una nueva coalición es algo que los animadores dan por sentado; ellos se proponen -según explican- contribuir a elaborar las “reglas coalicionales”, los sistemas de zanjar diferencias y los “consensos básicos” que permitan estructurar una coalición sólida que vaya más allá del plano electoral y esté en condiciones de gobernar.
Como se ve, mientras los debates se trivializan y el proceso electoral transcurre prometiendo un cambio de personal en el actual sistema político, son muchos los que están mirando más allá, pensando en transformaciones más amplias, bocetando el perfil de un acuerdo duradero. Pensando más allá de la grieta.